Al plantearnos un trabajo carpintería de madera, si vamos a utilizar piezas de madera maciza (no aglomerados), deberemos ser cuidadosos al elegir el material para evitar problemas posteriores, ya sea al construir un mueble, una ventana, una puerta, o la totalidad de una casa.
En primer lugar, por madera maciza se entiende a aquellas piezas cortadas directamente del tronco, sin un proceso de elaboración posterior como podría ser el de los aglomerados, paneles de fibras, contrachapados, etc.
La madera debe estar ya completamente seca antes de ser utilizada, con niveles de humedad rondando el 20% o menos, o correremos el riesgo de que se deforme poco después de acabar el trabajo. Durante el proceso de secado la forma en que se almacena la madera marcará el resultado final.
No es conveniente secar la madera puesta en vertical contra una pared pues posiblemente la pieza acabará torcida, ni, evidentemente, aplicar tensiones en algún punto.
Las piezas de madera no deberían tener nudos muertos, generalmente el nudo se ve negro o grisáceo, puesto que se desprenden con facilidad dejando un agujero que debilitará la resistencia de toda la pieza. Si el nudo, el antiguo nacimiento de una rama, está sano no se desprenderá por lo que no es preocupante a menos que coincida con una unión, o con una zona especialmente visible. Este tipo de nudos muertos son más frecuentes en maderas de tipo resinoso.
Tras verificar los nudos se debe comprobar también el estado general de la madera y sus posibles podredumbres o infecciones. Hay que vigilar la posible presencia de galerías pues indicarán una plaga de barrenadores (carcomas, termitas, etc.).
También deberá controlarse la presencia de hongos, visibles como manchas oscuras a lo largo de la superficie de la madera. Siempre que sea posible deberemos descartar estas maderas “enfermas”, o por lo menos eliminar las zonas afectadas.
Es un problema muy común (ya sean parásitos, hongos, o pudriciones) si se pretende aprovechar la madera de antiguas construcciones, por ejemplo las grandes vigas de antiguas casas de pueblo abandonadas que pueden tener muchos años. Estéticamente resultan muy interesantes, pero se debe cuidar su estado de salud pues la resistencia que ofrezcan dependerá directamente de él.
Si se trata de listones de madera, o piezas muy alargadas, deberemos verificar que no presenten torceduras de consideración, alabeado, Podemos detectarlas fácilmente con una regla, o simplemente colocándolas planas sobre el suelo. Dependiendo de la aplicación deberemos eliminar la parte torcida.Si el listón de madera presenta las fibras torcidas su tendencia a torcerse, alabearse, será mayor. El origen de este problema hay que buscarlo en la etapa del crecimiento del árbol que fue obligado a torcerse por el viento.
También deben evitarse las grietas y las fisuras. Su origen es de lo más diverso, pudiendo ser fruto de un mal corte, de un secado deficiente o muy rápido, fracturas que tuvieron lugar mientras el árbol estaba vivo, etc.
En cualquier caso convertirán a la pieza de madera en algo frágil.
La presencia de corteza intermedia es otro punto a evitar. Este problema se da cuando dos troncos, o dos ramas, se sueldan entre sí quedando una capa de corteza en el interior.
Otro factor a tener en cuenta son los tratamientos de esta madera. Es muy posible que al adquirir una pieza de madera maciza ésta ya haya recibido un primer tratamiento de conservación de la madera destinado a evitar su deterioro durante el periodo de almacenamiento previo a la venta. Pero es un tratamiento del todo insuficiente de cara al uso diario, sobre todo si se destina la pieza a su uso en exteriores, o vamos a cortarla en diversas zonas.
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